365 días han pasado desde aquella conmovedora marcha del 2020 antes del encierro.
De aquel día en que volvimos a hacer nuestras las calles de una de las ciudades más grandes del mundo. Las llenamos de nuestra valentía, enojo, tristeza, esperanza, gritos y sororidad. ¡Fuimos todas!, ¡somos todas!, todas, todes.
Muchas mujeres vivimos el 8M todo el año. Desde hace tiempo dejó de ser un día más para convertirse en una declaración, una bandera, una postura, una forma de vida. Marchamos y nos manifestamos a diario desde nuestras trincheras. En nuestros trabajos, cuando hablamos con nuestra familia, en nuestras redes sociales, en nuestra forma de vestir, en el maquillaje y claramente al hablar. Hemos interiorizado tanto esta lucha que la convertimos en un estilo de vida.
Y partiendo desde este lugar, espero que compartas lo frustrante y enfadoso que es ver cómo el resto se cuelga de una lucha de vida para llenar agendas que son ajenas al feminismo. Lo cansado que es seguir viendo mensajes para ¿felicitarnos? “Una flor para una flor”, “la más bella creación de Dios”, “felicidades por ser mujer”. ¿Y en dónde está todo ese amor que nos declaman, cuando cada día desaparecemos en todo el país, cuando comparten nuestras fotos íntimas, cuando nos juzgan por cómo vestimos, por lo que decimos, por lo que hacemos y dejamos de hacer? ¿En dónde está esa empatía y ese apoyo cuando en verdad lo ne-ce-si-ta-mos?
Los primeros días de marzo, el país entero se viste de morado. Listones, banderas y telas feministas se ven por todos lados. Cabellos y blusas teñidas de púrpura, accesorios, uñas, labios y paliacates. Incluso las jacarandas comienzan a florecer, tornando los cielos y suelos morados. Y en este festival púrpura, en donde pareciera todo converge para acompañarnos, aparecen otres que también se visten, pero con un falso morado.
Logos de empresas, de marcas, de partidos políticos, de hombres violentos y algunas mujeres incongruentes se disfrazan de nuestro morado. Y con esa facilidad que hoy en día otorgan las redes sociales, replican un falso discurso y muestran banales acciones en busca del consentimiento público. Nuestra lucha de todo un año es utilizada para generar likes en un solo día. Hasta pareciera que nuestro trabajo y organización nos juega en contra.
El patriarcado se viste de morado, por un solo día, para enmascarar todas las faltas que comete el resto del año. ¡Qué ironía!
Irónico también es que, a pesar de todo, seguimos aquí, listas para corregirlos, para enseñarles, para guiarlos y recordarles de lo que en verdad se trata el día de la mujer y no de lo que muchos tratan de tergiversar desde el lado de la comodidad. “Aliades” que durante un año se mantuvieron en silencio, aparecen en estas vísperas para apropiarse de nuestra conversación y llevarla a lugares conformistas. Eso sí, siempre y cuando no toquemos sus preciadas paredes; ¡con los monumentos no!
Es por esto que, hoy más que nunca, necesitamos estar juntas. El feminismo no es algo que simplemente se pueda aprender, es algo que se siente, se piensa y se vive. Y de esos lugares es de donde nace la sororidad.
Querida lectora, si has llegado tan lejos en este texto, muy probablemente te sientas identificada con las molestas sensaciones anteriormente narradas; quisiera que no te quedes solo con los despojos del hartazgo y la frustración del desentendimiento.
Desaprender y soltar son parte de la recilencia feminista, que lejos de brindarnos amnecia histórica invita a llenarse de energía y de ganas para crear cambios através lo colectivo.
En mis hermanas de lucha me he visto reflejada, apoyada, empoderada, valorada y, sobre todo, escuchada. Qué importante es sentirte así en estos días; cuando te encuentras en lugares que se sienten seguros y fértiles, ¡floreces! Y así como las jacarandas, que después de pasar casi todo un año como un conjunto de ramas blancas inertes, florecen en marzo, nuestras convicciones honestas resurgirán. En marzo, en abril y en cualquier momento del año.
365 días han pasado desde aquella conmovedora marcha del 2020 y este año no todas podemos salir a manifestarnos; eso no hace menos fuerte al movimiento. Y aunque no nos vean a todas en las calles, aquí estamos y seguiremos peleando. El 8M no es una fecha de felicitación o algo que marcar dentro de un calendario editorial o una agenda social. El 8M se lleva a cabo todos los días del año.
El 8M no se celebra, ¡se pelea!
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