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Cuando la violencia se hereda

por Almendrita

“Cuando lo que sucedió con mi hermana, se repitió años después en mi propia familia, con mis propios hijos, ya no me congelé. Ya no quedé inmóvil y pude alzar mi voz para HABLAR y denunciar”

La escuché llorar mientras mi papá la golpeaba fuertemente en nuestra casa. Recuerdo que cuando pasé por la puerta que estaba entreabierta, le lanzó su zapato.

Ella lloraba y gritaba al mismo tiempo. Todo pasó tan deprisa que no me imagino cómo fue para ella. Él le gritaba también.

A mi se me congeló la voz y me quedé inmóvil, sin poder ir a defenderla.

Apenas tenía 8 años cuando vi como mi papá le dio una paliza a mi hermana mayor.

Nunca se habló de esto en mi familia, y yo llevé este recuerdo guardado conmigo treinta años. Hace poco se lo confesé a mi hermana, mientras lloraba contándole lo que fue para mi verla y no haber podido hacer nada.

¿Por qué fue que papá se enojo tanto para golpearte así? ¿Qué fue lo que pasó?, ¿Qué hiciste? Todas esas preguntas para tratar de justificar a mi papá, como si yo aún creyera que fue culpa de mi hermana, para poder entender lo que había sucedido. Me contó la historia, una historia que como todas, no justifica la violencia y menos la violencia infantil.

Recuerdo cómo se mintió acerca de esto y jamás se volvió a decir nada. Discretamente nunca, NUNCA se hablo de esto.

“Ay es que se cayó de la bicicleta hace un par de días”- decía mi papá y se lo hacía decir a mi mamá, a mi y mis hermanas. Mi hermana tenia moretones, le dolía hasta caminar. Yo no entendía nada.

“Ah sí, se cayó! Ayer apenas es que tiene un problema en las rodillas, y con la bici perdió el equilibrio”- decía mi mamá

Cuando tienes 8 años, hasta crees que lo de la caída fue cierto, pero ¡Lo vi!, no podía deshacerme de lo que vi, sin embargo, si nadie dice la verdad comienzan las justificaciones porque …es mi papá, es mi mamá.

Cuando lo que sucedió con mi hermana, se repitió años después en mi propia familia, con mis propios hijos, ya no me congelé. Ya no quedé inmóvil y pude alzar mi voz para HABLAR y denunciar.

La violencia intrafamiliar, es una realidad en muchas familias, Una realidad que mientras más se oculta, más crece y se queda guardada por temor, se normaliza.

Hoy me pregunto ¿temor a qué? Si lo peor ya está sucediendo, lo peor ya había quedado guardado en mi memoria.

¿Miedo? a ¿perder el amor?

Quizá, a vivir el rechazo, a sufrir la vergüenza…

Cuando vas creciendo y la violencia se vuelve normal, escuchas chistes de violencia, escuchas a las familias hablar con normalidad de alguno que otro golpecito porque se lo “merecía”, es que es “para que se haga hombre”. Se le necesita “contener “cuando miras que lo que él hace la palabra correcta es “someter”. Creces y la ansiedad dentro de ti lo hace igualmente, a mi cada vez que llegaba la misma sensación de decir la verdad igualmente Prefería permanecer callada antes que tener que mentir a cerca de los moretones de mi hermana en la cara. Desde que tengo esta edad prefería quedarme callada antes de mentir, fue así que poco a poco fui perdiendo la voz porque al final te das cuenta que existen aun muchas justificaciones para no decir la verdad.

Hoy no hablo solamente por mi hermana, la historia que vi en ella hizo, muchos años más tarde, defender a mis propios hijos de la violencia. Cuando vi a mi hija congelada como yo lo hice también siendo una niña, salí de ese estado de hibernación y con toda la fuerza que llevo dentro cambié el destino de mi propia familia, Decidí no quedarme callada, salir, hablar y denunciar al padre de mis hijos.

No es normal que le haya pegado, ¡no!

No es normal que la haya sometido contra la pared teniendo once años, por no querer hacer lo que él le imponía; nada justificó hacerlo en el cumpleaños de mi hija, no no es normal que les someta … y no, yo no soy responsable de sus conductas como me gritaba delante de ellos.

La violencia no es normal, ningún niño o niña se merece un golpe, un insulto, ningún sometimiento. Se llama violencia.

Mi papá evito cualquier tratamiento psicológico, médico, vivía aturdido. Es mi papá, y durante años antes de morir, pedía disculpas a mi mamá. Llorando nos pedía disculpas a mis hermanas y a mi, por no haber estado presente, por las llamadas constantes estando alcoholizado, por la falta de responsabilidad.

Años y años de disculpas para que no dejáramos de “amarle”

Ojalá hubiera podido amarse a sí mismo.

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