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En otras vidas

Puedo decirte que fue una decisión de amor, del amor más puro y del amor menos interesado que ninguno de los que hablan del tema podrán a llegar a conocer. Mi amor, porque te conozco sin conocerte, sé que tú te mereces las noches de bohemia, las risas con amigos, las listas largas, el bailar…“

Un viaje, un avión, una locura y me vienes a la cabeza. Nunca habías venido a esta mente loca llena de diálogos eternos. Vienen en un momento que no te esperaba. Pero todo en ti fue inesperado ternura mía. Tengo que confesar que no pensé en ti cuando llegaste, no te sentí, no pensé en ti cuando te fuiste. Es más, debo decir, no pensé en ti hasta ese día, en un avión con el atardecer entrando por la minúscula ventana que nos da los placeres de ver el hermoso cielo desde otra perspectiva.

Y viniste a mi recuerdo justamente así, en otra perspectiva. Entendí que no estábamos destinadas a ser mi amor. Y esta sensación de decirte tantas cosas me envuelve, me envuelve el llanto por saberte ida por mi decisión. Una decisión bien tomada, bien pensada, de la que no me arrepiento. Y es que honestamente, no me arrepiento corazón. Me gustaría decirte que tu florecer hubiera sido lo más bello que le hubiera sucedido a este mundo lleno de sinsentidos.

No quiero decir que hay una ausencia de ti, hay una presencia tuya eterna, que siempre estará y que transformó en mi todo. Tu llegaste y tú no te fuiste, no importa lo que digan aquellos que se saben sabios en el tema, puedan decir.

Sin embargo, me siento con la necesidad de decirte un par de cosas que entendí desde tu llegada. Primero y sobre todas las cosas, gracias por elegirme. A mí, inocente niña jugando a conocer los secretos que solo la vejez y los años te dan. La sabiduría del viejo árbol de casa de los abuelos. El conocimiento eterno que se dan solo a aquellos que se deciden a disfrutar las mieles de los mares desconocidos. Gracias por elegir este cuerpo, tuyo y mío por un corto periodo de tiempo, pero nuestro al final. Hermosura mía, tu insolencia de pedir estar no pudo ser más que la determinación de poder brindarte las mismas luces amarillas, la misma forma de ver las estrellas que viéramos la misma luna. Y es que la misma luna tiene tantas facetas cariño, las facetas que quiera darle el espectador y quería darte una luna sin carencias, con todo el amor y sobre todo con todo el tiempo del mundo. Entendí que, si tocabas a esta puerta, esta puerta no era aquella que te lo podría dar.

Divagué pensando que posiblemente hayas tocado otras puertas. Te imagino, en un mundo lleno de duendes de felicidad, de ternura, del cariño bien dado. De un amor incomprensible, de aquel que sentí al saberte mía. Porque por una pequeña ráfaga de este amigo mío al que le llamo tiempo, fuiste mía. Mía y de nadie más. Y es que este asunto entre nosotras era nuestro y de nadie más. Era el saber más íntimo, de que un alma de entre todas me había escogido a mí, la torpe con las palabras, la corta de expresiones, la decidida, la que sabe amar. Me elegiste a mí y por eso siempre, escúchalo bien, siempre voy a estar agradecida.

Te veo claramente, tus ojos, tus manos, tu alma. Veo tu sonrisa contagiosa y aprendo poco a poco a saber que serás. Legaste, te fuiste, pero te quedaste. Fuiste agua, fuiste viento, fuiste fuego.

Me enseñaron que una mujer se queda rota después, después, después… pero tú, tu presencia, la consciencia de amor, la rapidez con la que me hiciste madura no me dejo rota. Tu presencia nunca me pudo haber roto. Quiero que sepas, ahora, años después de tu partida que tu amor no me pudo haber roto porque me construyó, me enseñó lo que es el amor hacia el desconocido. Porque aun cuando estoy segura de que nos conocimos, probablemente de otras vidas, no pudimos llegar a conocernos en esta.

Y no escuches esas voces, esas voces que dicen que fue una decisión egoísta. Puedo decirte que fue una decisión de amor, del amor más puro y del amor menos interesado que ninguno de los que hablan del tema podrán a llegar a conocer. Mi amor, porque te conozco sin conocerte, sé que tú te mereces las noches de bohemia, las risas con amigos, las listas largas, el bailar, las cosas, el amor de un perro, la caricia de un ser amado, la comida en la mesa, el atardecer en la playa, la fiesta de año nuevo, las reflexiones a mitad del día, las sonrisas, las definiciones, las dudas. No te merecías las dudas, el hoy no, el limitar, la imposibilidad, el egoísmo, la soledad, la tristeza, la carencia.

Por eso sé que en esta vida no, tal vez en la próxima, pero en esta no. Tal vez en la próxima nos toque reír juntas, nos toque poder demostrarnos todo ese amor bendito que sentimos en tan poco tiempo. Quiero que sepas que te amo y que donde estés, en el lugar que sea aquí hubo alguien que te pensó así, en la mitad de un viaje a ningún lado y que supo que donde el lugar al que ahora pertenezcas siempre será un mejor lugar, un lugar más bello, un vaso más lleno, una mejor versión. Te amo por sobre todas las cosas, te amo desde tu llegada y te amo desde tu partida. Te amo y te amaré, te estaré siempre agradecida. Te amaré por sobre todas las cosas porque me hiciste enfrentarme a una adultez que me hizo entender las consecuencias de los actos, que me hizo asumir que es mi vida y debo de vivirla siempre. Te agradezco todo, te deseo todo y te amo aún más de lo pobre que esta soñadora a escritora pueda poner en palabras.

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