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Me quitaste todo. Hasta el miedo.

Por Camila Trombert | Co-Fundadora de Cruces X Rosas

Vivir la violencia de género en carne propia, es una de las razones que me impulsan todos los días, a trabajar junto a mi socia Tatiana para contener, apoyar y ayudar a miles de mujeres en este maravilloso proyecto colaborativo llamado Cruces x Rosas”.

No sé si tenía 21 o 22 años, pero la peor relación de mi vida ocupaba mucho lugar en mi primer departamento de soltera, lleno de dolor y de ilusiones.

No quería estar sola, ¡todas tenían pareja! Y yo no hacía más que salir de cacería a la disco de moda para la gente que va a la universidad. Y así con más ilusión de salir de la soltería que en conocer al hombre que tenía frente a mi, caí.

Caí en los brazos de un romántico empedernido que al día 5 decía amarme y no poder vivir sin mi. ¿Qué mejor? El amor había tocado mi puerta y me lancé entre flores, piropos, cartas y declaraciones sin dudar.

Él se encargó de declarar nuestra relación a los 7 vientos. Yo era suya. ¡Qué romántico!

Y ahí, esos abrazos tiernos y apretados del principio comenzaron a asfixiarme y esas manos de las que caminé sonriendo, empezaron a herirme.

Casi sin darme cuenta, este cuento de hadas se había vuelto el peor de los trillers.

¿Cómo pedía ayuda si el hombre más romántico del vecindario ahora parecía ser un monstruo? ¿Me iban a creer?

Ya ahí en la pesadilla, sus humillaciones por mi apariencia se volvieron constante y su crítica a mis amigas y amigos se volvió su arma para aislarme.

Del abuso psicológico al físico no pasó demasiado. Mi miedo acrecentaba entonces iba perdiendo toda capacidad de decisión. Oraba para que se terminara pero no sabía cómo darle término.

Y un día, gracias a un episodio doloroso que prefiero no escribir, se acabó.

No se cuántas veces me quedé dormida después de tanto llorar.

No podría recordar la cantidad de conflictos, ni la infinidad de insultos.

Pero sí recuerdo lo que sentía.

Puedo invocar esa sensación y parece que me pongo una mochila con piedras en la espalda y unas botas pesadas que me inmovilizan. Puedo sentir el miedo que experimenté cada vez que lo veía tomar notando que sus ojos se ponían rojos y su mandíbula se apretaba. Y eso, todo eso que sentí, me anima a poder trabajar, junto a mi socia Tatiana, en este proyecto de Cruces x Rosas.

Soy una mujer que sufría violencia en una relación de pareja y que habiéndome hecho muchas preguntas:

¿Por qué me pasó a mi?

¿Qué pude hacer para evitarlo?

¿Cómo una mujer fuerte cayó en una relación tan dolorosa como esta?

¿Por qué lo permití?

Hoy encuentro una sola y gran respuesta: Ya no tengo miedo.

Y no tener miedo es mi ganancia.

Un abrazo a todas las mujeres que sufren violencia, a todas las que hoy están paralizadas: Mujer poderosa ¡Sal sin miedo! Hay un mundo feliz afuera, donde se llora a veces pero se es feliz más. Abrázate ahí, en ese lugar negro que sé que habitas, abrázate tan fuerte que te des calor, y ese calor interior te encienda a tomar la mejor decisión de tu vida, VIVIR.

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