Por MIAU
La manera de reaccionar ante la violencia es muy diferente en cada una, depende de las experiencias que nos han tocado vivir, del momento en que nos encontramos, de la gente que nos apoya y de la información que manejamos.
Y justamente hablando de información, todas hemos tenido acercamientos distintos con el tema; unas están más empapadas, otras no tanto y aunque eso puede evitar que notemos con certeza ciertas violencias disfrazadas de normalidad, como los micromachismos, siempre está nuestra voz interna.
Esa voz, que en lo personal, me ayudó a identificar que algo no estaba bien, porque no dejaba de repetirme:
- ¿Por qué hacemos como que no pasa nada si te hizo sentir triste?
- Seguro lo hizo sin darse cuenta.
- ¿Por qué no le dices que te hizo sentir avergonzada?
Y aunque al principio es difícil reconocer que también vivimos violencia porque se dice, con total ligereza e ignorancia, que “sólo las pendejas se dejan” no ignoremos esa voz interna, escuchemos lo que tenemos qué decirnos, porque nadie mejor que nosotras sabe lo que sucede y sobre todo, nadie nos quiere tanto como nosotras mismas.
Estar confundidas por lo que sentimos es normal, sobre todo porque hemos vivido en una sociedad donde la igualdad de género no es nuestra principal virtud y nos han hecho creer que así es; pero no dejemos de escucharnos y sentirnos, porque ese acto puede ayudarnos a evitar momentos cada vez peores e incluso salvarnos de llegar a situaciones que pongan en riesgo nuestra vida.
No es nuestra culpa, ni tantito, que tu pareja sea un violentador y mucho menos es nuestra responsabilidad ser sus salvadoras o sanadoras. Ese tipo de sentimientos puede ir adormeciendo nuestros sentidos, por eso pongamos atención a lo que nos dice nuestra voz interna y no al papel que nos han tratado de imponer como las que comprenden y soportan todo.
Sin duda, abrirnos a lo que nos incomoda y conocer algunas señales de alerta para identificar la violencia de género, tanto física como psicológica, sexual, patrimonial y económica, son herramientas que nos protegen:
Critica tu apariencia física o tu manera de hacer las cosas.
Hace menos lo que sientes.
Te chantajea sentimentalmente.
Te humilla o insulta en privado y en público.
No le gusta que hables con otros hombres.
Te exige obediencia o controla tu tiempo.
No hace un reparto equilibrado de los quehaceres de la casa.
Evita que te reúnas con tu familia o amigos.
Toma decisiones que te afectan.
Te acusa de provocar la violencia.
Te da empujones o te golpea.
Te obliga a tener relaciones sexuales.
Amenaza con dañarte o a tu familia.
No te deja tener un empleo.
Controla tu dinero.
Se aprovecha por la dependencia económica.
Te amenaza con quedarse con tus hijos e hijas.
Escuchemos lo que estamos sintiendo a pesar de que parezca insignificante, tonto, exagerado, ridículo, justificado o atemorizante. Esa voz interna está ahí para guiarnos y cuidarnos ante lo que a veces creemos, erróneamente, es amor, porque simple y sencillamente el amor no lastima, humilla, somete, chantajea o golpea.
Comentários